26 de diciembre de 2010

Después de pasar las veinticuatro horas del día pensando en ti, me di cuenta que tú eras la única persona en el mundo a la que le permitiría todo, lo que me convertía en el rival más débil. 
Significaba que tú, sólo tú, si quisieras, podías destruirme poco a poco hasta que mi alma cayera a tus pies y no me quedara más remedio que odiarte para siempre.

21 de diciembre de 2010

"Lo siento, hemos terminado" fueron las palabras más duras que he tenido que decirte nunca. Ese adiós significaba que comenzaba a volar sola, a tener la libertad que tanto ansiaba pero me equivoqué, la soledad no estaba hecha para mi.
Mi mundo comenzó a volverse un poco loco y tu nombre ya no estaba incluido en la lista de locuras pendientes. El plan era fácil: borrarte. Olvidar tus manías, tus besos, tus miradas, tus palabras, tus sonrisas... en resumen, borrarte. Pensar en el hombre perfecto con el que compartiría el resto de mi vida, que por supuesto no eras tú. 
La tarea se convirtió en un cúmulo de dificultades que solamente me recordaban que la vida era más fácil a tu lado y que aquello que parecía fácil comenzó a volverse lo más difícil a lo que nunca me había enfrentado.
Pero ya había tomado una decisión y no tenía la intención de dar marcha atrás. Continuaría con el proceso hasta que no quedara un ápice de ti en mi corazón, hasta que no quedara más que un 
esbozo de cómo era tu rostro para saludarte, si es que acaso tu mirada y la mía se vuelven a cruzar alguna vez.